¡Proletarios! ¡Compañeros!
Mientras la crisis económica nos hunde en el abismo junto a nuestra condición humana y social, mientras crecen en el mundo entero el desempleo y los despidos, poco a poco comienza a agrietarse el muro de cemento, resultado de un opresivo control social ejercicio durante décadas por partidos de derechas, de “izquierdas” y organizaciones sindicales. Las primeras señales llegan de un joven proletariado inmigrado, que desafía de forma abierta a la patronal, una vanguardia que no se encierra en el silencio de los almacenes o de las fábricas, que no teme salir a la calle y reivindicar la mejora general de las propias condiciones de vida y de trabajo, y de la lucha nunca dormida de los proletarios de todo el mundo: desde la revuelta de los mineros sudafricanos a las batallas de los trabajadores argentinos, españoles, griegos, franceses, belgas, estadounidenses.
Pero no es, ésta, la única señal. Comienzan a enfrentarse, en el interior del movimiento proletario, dos corrientes opuestas: una que plantea el deseo, la necesidad, la voluntad de luchar, la rabia y la indignación; la otra, que invoca el “derecho”, la “paz social”, en una palabra, la rendición. Solo respondiendo golpe por golpe a toda agresión por parte del capital puede esperarse vender cara nuestra piel, hoy en los lugares de trabajo (¡o de no-trabajo!), mañana frente a una nueva guerra mundial.
El programa únicamente puede ser, como desde hace cincuenta años, el siguiente:
Extender y unificar las luchas, trabajando por la creación de organismos territoriales de defensa económica y social, abiertos a todos los proletarios, independientemente de la edad, del sexo, de la nacionalidad, de su colocación (¡ó no colocación!) productiva, etc. Exigir fuertes aumentos salariales para reparar en parte la dramática erosión de salarios y pensiones, y salario íntegro a licenciados y parados, a cargo del estado y de la patronal. Reivindicar drásticas reducciones del horario laboral a igualdad de salario para aliviar la fatiga de los ritmos demenciales. Reapropiarse del arma de la huelga, arrancarla de las manos de quien la ha transformado en una insulsa excursión, y que tiene que volver a ser un instrumento para golpear al capital. Rechazar todo apoyo a las necesidades principales de esta o de aquella empresa, pública o privada, y especialmente de la economía nacional, con las cuales el Estado, los gobiernos, la patronal, los sindicatos no dejan de chantajearnos, proponiéndolas como si fueran “nuestros intereses comunes”. Rechazar toda tentación nacionalista con las que la clase dominante de todos los países buscará alinear a los proletarios unos contra otros.
¡Proletarios! ¡Compañeros!
El responsable de la tragedia que nos golpea es el modo de producción capitalista. Deberá ser abatido junto con la clase burguesa que dirige y orienta su desarrollo, y sustituido por el Comunismo, fundado en las necesidades de la especie humana y no sobre las leyes del beneficio. Con este objetivo trabaja el Partido Comunista Internacional, para cuyo fortalecimiento y extensión internacional deberán los proletarios mas combativos organizarse y trabajar: su urgencia y su importancia son, dia tras día, cada vez mas evidentes.
Partido Comunista Internacional (il programma comunista)