La hora de fuego de enfrentamientos que se ha verificado en Milán al margen del MayDay, durante la tarde del 1º de mayo, ha dado el vía libre al previsible coro de lamentaciones e indignación a causa de “los vándalos y alborotadores que han puesto en llamas a la ciudad”. Lamentaciones e indignación hipócritas. Desde su nacimiento, toda la sociedad burgués derrama sangre y fango desde la cabeza hasta los pies. ¿es el caso de citar ejemplos? ¡Se necesitaría una biblioteca entera para elencarlos! Basta pensar en la expropiación (violenta y sanguinaria) de los campesinos en la fase de aquella acumulación originaria que ha señado el inicio del modo de producción capitalistico; a la cotidiana explotación (violenta y sanguinaria) de hombres, mujeres y niños, característica de la revolución industrial. ¿Y no son violencia, talvez, la extracción de plusvalía, la porción siempre mayor de la jornada no pagada en la relación capital-trabajo, los accidentes y las enfermedades que consumen y destruyen vidas proletarias y son indisolubles de la ley de las ganacias, la miseria creciente que acompaña y caracteriza todo el arco de vida del capitalismo?
En la fase imperialística la violencia que está en el DNA de este modo de producción ha ido creciendo y se ha dilatado: dos guerras mundiales, centenares de guerras locales, devastaciones, deportaciones, masacre de pueblos enteros, sanguinarias limpiezas étnicas, migraciones desesperadas, y asi continuando.. sin contar con la proliferación exponencial de la violencia individual, con la agresión personal, con el gusto sádico por la carnicería que promulgan los medios de comunicación de cualquier tipo. Violencia, sangre y fango.
E incluso cuando éstos no sean visibles, incluso cuando la violencia se ejerce en manera “sólo” virtual, ¡no es menos violencia! Es violencia solo el hecho que, si no trabajas, estas obligado a pedir caridad (si tienes suerte): caso contrario, te mueres de hambre – aquel hambre que atenaza a centenas y centenas de milliones de proletarios, de sin tierras, de masas proletarizadas esparzas por todo el mundo (justamente cuando se celebra “ la fiesta de la comida” ¡en esa hipócrita y violenta payasada que es el Expo de Milán!). Es violencia solo el hecho de tener que trabajar (si tienes suerte) en un trabajo que te consume y que te dibilita, que te enferma y después te mata, o de ser despedido del mismo trabajo que te dá apenas para vivir. Es violencia el tener que huír de los lugares devastados por la guerra, carestías, intrigas, para ir a, no se sabe bien donde, en viajes sin esperanza y para tantos mortales, hacia lugares en los que te amontonan en campos de concentración rodeados por redes metálicas y hostilidad abierta. Es violencia no tener un techo para refugiarte o ser desalojado con la fuerza por el propietario de casa o por la policía.. El elenco podría continuar al infinito.
¡Que se callen, entonces, los indignados y lamentosos! Ésta es la sociedad que aquellos defienden – con la violencia de los ejércitos, de la policía y de los Estados.
Por otro lado, romper tres vitrinas e incendiar cuatro automóviles no está ni siquiera a la altura del “gesto revolucionario” de antaño. En los últimos meses y años, hemos asistido a las verdaderas y propias rebeliones de proletarios tunecisnos, egipcios, sudafricanos y chinos, coreanos y afroamericanos – rebeliones distintas entre ellas por su intensidad y extención, pero todas ellas como respuesta a la violencia cotidiana implícita en la sobrevivencia (a duras penas) bajo el talón de fierro del Capital. Eran (son y serán) el testimonio del fatigoso retorno al camino de una clase proletaria mundial, que en el desesperante aislamiento político, trata de salir de la más larga (¡desde hacen ya 90 años!) fase de controrevolución que el movimiento de los trabajadores y el movimiento comunista hayan conocido y sufrido – todo el contrario del “gesto”. Nosostros nos hemos solidarizado desde el primer momento con aquellas rebeliones, esperando que se difundan y profundicen. Pero incluso en esos casos, incluso frente a la violencia generosa de proletarios que se confrontaban (y cada vez más se confrontarán) con la dictadura abierta o encubierta por la dominación de las clases, hemos dicho de modo claro, y con mayor razón de frente a aquella, episódica e inútil de los estetas del gesto, "¡Antes que nada, el partido!” Antes que nada urge que se confirmen a nivel mundial la ciencia de la revolución, la continuidad de la teoría y de las praxis revolucionarias, el hilo rojo ininterrumpido desde hacen ciento cincuenta años que solo nosotros hemos sabido defender.
Nosotros sabemos que el recorrido revolucionario que llevará a la toma del poder será necesariamente violento (¿Cuál clase dominante abandona el poder sin antes defenderse con uñas y dientes, con toda la despiadada violencia que lleva consigo tras haber dominado por siglos?) y que será inevitable un largo periodo en el cual el nuevo poder finalmente conquistado tendrá que defenderse con la fuerza de enemigos internos y externos antes de que se pueda poner en marcha hacia la sociedad sin clases y la verdadera historia humana. Solo la ingenuidad anárquica cree que la revolución es un “buen día”. Nosotros sabemos, además, que aquel recorrido será salpicado de gestos, objetivos y revueltas, por insurecciones más o menos extendidas, por intentos más o menos fracasados o en quiebra, la experiencia histórica nos lo enseña. Y entonces será necesario organizar la violencia, su incuadramiento y su dirección, para evitar que aquellos objetivos y rebeliones, aquellos actos que tienen clavadas sus raíces en la violencia de la sociedad capitalista, se transformen en similares baños de sangre, o que ocurran y pasen sin dejar huella, otras víctimas proletarias.
Se necesita, antes que nada, de un partido revolucionario, síntesis histórica de toda una tradición de luchas y experiencias – ciencias de la revolución y del comunismo. Sin éste partido en cual trabajamos desde hace tantas generaciones en los altibajos de la historia del movimiento proletario, en ausencia de este partido, todo es en vano. A la vanguardia de lucha que saben que no pueden desperdiciar en fútiles enfrentamientos sus propias y valiosas energías, tendrán que darse cuenta de ésta necesidad improrrogable y trabajar junto a nosotros en el reforzamiento y en la extención de aquel partido, de nuestro partido. No hay tiempo que perder. Más violencias se preparan, la violencia tremenda de un nuevo sanguinario conflicto mundial, originado por las contradicciones insuperables del modo de producción capitalistico. Sólo los proletarios dirigidos por su propio partido podrán impedirlo.
Antes que nada, el partido!
Mayo 2015